EL NIÑO
Padres
Juan de San Martín y Gómez nació en España en 1728. Inició la carrera
militar como soldado del regimiento del Lisboa, prestó servicios en
África y Orán. En 1765, con el grado de teniente, llegó al Río de la
Plata que se encontraba gobernado por Pedro Cevallos. La primera tarea
en tierras americanas fue instruir a los reclutas que ingresaban al
regimiento de infantería de Buenos Aires; con el que mantuvo el bloqueo
de Colonia del Sacramento.
Gregoria Matorras del Ser nació en España en 1738. Antes de viajar al Río de la Plata, Juan de San Martín dio promesa de casamiento a Doña Gregoria. Para cumplir con la palabra empeñada, solicitó permiso para que su prometida viajara a Buenos Aires. El arribo se produjo en 1767 y Gregoria viajó acompañada por su primo Jerónimo Matorras. El casamiento se concretó en octubre de 1770.
En 1774, el virrey Juan José de Vértiz designó a Juan San Martín teniente gobernador de Yapeyú y de los pueblos vecinos.
La pareja partió junto a sus tres hijos a instalarse en el pueblo. Juan presentó ante el Cabildo los despachos oficiales que acreditaban su mando y recibió la bienvenida por parte de los asistentes.
El antiguo colegio jesuita fue la residencia de la familia. La vivienda contaba con una huerta adyacente y estaba rodeada de árboles de diferentes especies.
Yapeyú gozaba de
una excelente posición estratégica y de riqueza económica por la
producción de ganado en sus fértiles tierras. Contaba con grandes
estancias que llegaban hasta el Río Grande y el centro de la Banda
Oriental. Era el nexo obligado entre las misiones y Buenos Aires y
además, la segunda línea defensiva de la frontera entre España y
Portugal en momentos de graves y tensas relaciones entre ambas Coronas.
Don Juan de San Martín llevó adelante la
colonización de los campos baldíos ubicados entre los ríos Miriñay
-hasta entonces límite meridional de las Misiones- hacia el sur de la
actual ciudad de Concordia, donde comenzó a producirse yerba mate y, en
menor medida, algodón, tabaco y ganado.
Inspeccionó el estado de las estancias yapeyuanas, rehabilitó los puestos que se hallaban casi totalmente abandonados y legalizó la existencia de Paysandú dentro de la jurisdicción de Misiones. Con autorización del gobierno de Buenos Aires, Juan de San Martín fundó cuatro estancias comunitarias para crianza de ganado de rodeo: La Merced (hoy Monte Caseros), San Gregorio (cerca de Mocoretá), Concepción de Mandisoví (Federación) y Jesús del Yeruá (al sur de Concordia), que fueron pobladas por animales comprados a un criador del sur de Entre Ríos.
Gregoria Matorras, acostumbrada a los paisajes españoles y al clima templado, no se sentía gustosa de vivir cerca de la selva donde reinaban ofidios e insectos; tampoco le sentaba bien el sol y las brisas abrasadoras, y temía por los ríos aluvionales y el Uruguay que crecían con frecuencia. Ocupaba su tiempo atendiendo a los niños, asistiendo a los oficios religiosos, realizando tareas en la huerta y acompañando a su esposo.
El 25 de febrero de 1778, Gregoria dio a luz a su cuarto hijo, bautizado José Francisco de San Martín. Un año después, nació su hermana María Elena.
Luego de varios años de estadía en Yapeyú, el virrey Vértiz demandó la presencia de Juan de San Martín en Buenos Aires para que se pusiera al mando de la instrucción de los oficiales del batallón de voluntarios españoles.
En Buenos Aires, ocuparon una casa céntrica y contaron con los favores de los descendientes del primo Jerónimo, quien había alcanzado una buena posición económica y social y había desaparecido en el Gran Chaco junto a los miembros de una expedición costeada por él, con la finalidad de dominar definitivamente ese territorio.
Los Matorras eran dueños de muchas propiedades en Buenos Aires, incluso su apellido dio nombre al zanjón que circundaba la parte más poblada de la ciudad –el zanjón de Matorras-. Al otro lado del mismo, se encontraba la quinta de la familia, una de las más grandes de la zona, donde trabajaban muchos hombres.
Cuando Vértiz fue desplazado de su cargo, Juan de San Martín, por los lazos de amistad que lo unían al virrey, abandonó también el Río de la Plata. Junto a su familia y otros oficiales considerados excedentes de los cuadros rioplatenses, partió rumbo a España a bordo de la fragata Santa Balbina.
La familia San Martín llegó a Cádiz en 1784 y siguió camino a Madrid, donde don Juan creyó que le serían reconocidos los servicios brindados a su majestad. Luego de varios años en América y con los cambios acontecidos en la península, fue difícil reinsertarse. Después de insistir en que le dieran un destino en América, firmaron su retiro y le dieron destino a Málaga donde se desempeñaría como capitán agregado al estado mayor de esa plaza de armas.
La familia se instaló en una casa alquilada; los ahorros realizados en América casi se habían agotado. Juan y Gregoria se ocuparon de que sus hijos pudieran recibir una buena educación. Todos los varones se volcaron a la carrera de armas. María Elena se casó en Madrid y de ese matrimonio nació una hija llamada Petronila.
La salud del oficial Juan de San Martín se deterioró lentamente y murió en la pobreza en Málaga en 1796.
Gregoria aseguró los estudios militares de sus hijos con los pocos ahorros que contaba. Falleció en 1813 en la ciudad de Orense, en Galicia.
Documentos de la época
Era frecuente durante el siglo XVIII -siguió siéndolo hasta bastante entrado el siglo XX- que los matrimonios fueran concertados por los padres. A eso se sumaba muchas veces, que los integrantes de la pareja no estuvieran viviendo en la misma ciudad, es por eso que se hacía necesario contar con un “poder” que legalizara la situación y que posibilitara la unión matrimonial. Tal fue la situación que atravesó la pareja San Martín –Matorras. Les acercamos el Poder a través del cual contrajeron nupcias.
Se desconce el paradero del acta de bautismo de José de San Martín, pero a efectos de familiarizarnos con los modos en los que se llevaba a cabo esta ceremonia, que a la vez servía como inscripción del nacimiento de la criatura -en aquellos tiempos no existía el Registro Civil y era la Iglesia la encargada de registrar los nacimientos, casamientos y defunciones-, trancribimos el Acta de bautismo de María Elena, la hermana de San Martín.
EL JOVEN
Estudios
A los cuatro años de edad, José Francisco de San Martín inició los estudios de sus primeras letras en un colegio de Buenos Aires. Al poco tiempo, se embarcó junto a su familia con destino a España, donde concurrió durante un año a la escuela común.
Hacia 1785, ingresó al Seminario de Nobles de Madrid. Se trataba de una institución aristocrática destinada a educar a los legítimos descendientes de la nobleza, los que "según la voluntad del rey" debían recibir instrucción católica y prepararse para servir a Su Majestad con amor y fidelidad. El Seminario tenía normas muy rígidas respecto del uso de uniforme, conducta y desempeño en los estudios. Se enseñaba latín, castellano, francés, baile, música, dibujo, poética, retórica, esgrima, equitación, historia natural, física y matemática.
San Martín permaneció en ese colegio hasta 1789 "año en que estalló la Revolución Francesa" para trasladarse luego a Málaga, donde elevó una solicitud para ser admitido como cadete en el regimiento de Murcia. El conde de Bornos y el marqués de Zayas, autoridades del regimiento, consideraron que contaba con cualidades suficientes y accedieron al pedido de José Francisco. Allí, fue adquiriendo una importante experiencia organizativa, táctica y militar.
¿Qué ideas circulaban por Europa que pudieron haber influido en el joven San Martín?
A partir de las reformas iniciadas por los borbones desde mediados del siglo XVIII, la cultura española había adquirido un elevado acento francés -simbolizado en el término afrancesado- y una importancia que alcanzó a la administración y a los cuerpos gubernativos.
A comienzos del siglo XIX, continuaban ejerciendo influencia en la juventud las ideas del padre Francisco Suárez, en cuyos escritos refutaba la teoría del derecho divino de los reyes y planteaba que cualquier autoridad política es una forma de ley humana "no divina" y puede, por consiguiente, ser legalmente elegida por el pueblo. Es decir, que por ley natural, la autoridad soberana procedente de Dios pertenece al pueblo, ya que es éste el único sujeto de soberanía. Consideraba que la autoridad así conferida al rey no podía ser despótica y si así lo era, se legalizaba el derecho a la resistencia y el tiranicidio. Muchos de estos argumentos fueron utilizados por los cabildantes el 22 de mayo de 1810, en el Cabildo abierto que discutió la permanencia o no del virrey Cisneros en el mando en el Río de la Plata. Y teniendo en cuenta estas ideas, cuando el rey Fernando VII fue obligado en Bayona a renunciar al trono, el pueblo se consideró detentador de la soberanía y apareció como su sucesor legítimo.
La Ilustración también influyó en la formación ideológica de los jóvenes de la época. Cuatro fueron las corrientes principales del liberalismo ilustrado "despotismo ilustrado, constitucionalismo, democracia y utilitarismo" y todas tuvieron su parte en el gran laboratorio político que, en forma teórica se estaba gestando en Europa a partir de jóvenes patriotas y que luego sería llevado a la práctica en las colonias de América.
Rsultaban seductoras sobre todo, las ideas del constitucionalismo emanadas del pensamiento político de John Locke y Charles de Secondat, barón de la Bréde y Montesquieu.
La Revolución francesa además, representó una influencia que en términos generales se sumó a la de las ideas de Rousseau que bregaba por la soberanía popular, defensa de la libertad de prensa, los derechos del hombre y del ciudadano, libertad, igualdad, fraternidad, propiedad y seguridad, así como también por el cultivo del carácter general moralizador (virtud republicana). En contacto con los ejércitos franceses, San Martín difícilmente pudo escapar a la influencia arrolladora de esas nuevas tendencias, cuyo lema los franceses habían inscripto en las banderas de combate que paseaban victoriosas por toda Europa.
La figura de Napoleón jugó un papel importante en la conformación de un ideal de liderazgo tanto en la imitación física, ornamental y formal, como en la proyección constitucional y política. Incluso, desde el punto de vista militar, resultarán un modelo a emular sus heroicas hazañas durante la guerra continental.
La Constitución de Cádiz de 1812 señaló el cénit de las corrientes liberales españolas, pero significó también la fusión de numerosas líneas políticas del pensamiento. No sólo experimentó la influencia de las tendencias del siglo XVIII español, entre las que se cuentan el centralismo borbónico, la Revolución Francesa, el ideario de Rousseau, Montesquieu y Locke, el radicalismo británico y la Constitución norteamericana, sino que resultó igualmente influida por las corrientes tradicionalistas que combatieron el despotismo ilustrado en favor de un retorno a las libertades clásicas. Fue éste último elemento el que dio al constitucionalismo español su gran significación, puesto que aunque incluía muchas ideas derivadas del pensamiento moderno, estas ideas tenían como sólida base la filosofía política medieval con una característica muy española: monarquía tradicional con una representación de la nación en los tres estrados. De allí que la idea del mantenimiento de la monarquía fuera muy significativa y que también estuviera vigente en muchos patriotas de la independencia americana: San Martín, O`Higgins, Iturbide, entre otros.
El estar en contacto con personajes de distintas nacionalidades que desempeñaban diferentes funciones, seguramente enriqueció la mirada de José Francisco ya que habrá intercambiado ideas con ellas en conversaciones que mantenía habitualmente. También se conoce que San Martín era un apasionado de los libros y, seguramente, habría leído los escritos de Suárez y la obra de los pensadores de la Ilustración.
Cuando salió de España, lo acompañó un importante fondo bibliográfico, que luego de la Campaña Continental pasó a formar parte de la Biblioteca Nacional del Perú. Por otra parte, cuando estuvo viviendo en Londres al visitar la casa de Alvear, se debe haber acercado a otras obras ya que, en el tercer piso de la casa, había una biblioteca compuesta por 6.000 volúmenes y también por el archivo personal del venezolano.
Indudablemente, San Martín no fue insensible a las ideas que clamaban contra el derecho divino de los reyes y la libertad e igualdad de los seres humanos.
La actividad militar desempeñada por su padre y que también fuera elegida por sus hermanos mayores, influyó en la decisión de José Francisco para iniciar su carrera de armas. Presentamos el primer paso de la que será una trascendental carrera militar: su pedido de incorporación como cadete al Regimiento de Murcia.
EL ADULTO
Antecedentes
El 19 de enero de 1812 San Martín se embarcó en la fragata inglesa Jorge Canning que zarpó desde Londres, acompañado de sus compatriotas Francisco Vera, Francisco Chilavert, Carlos Orellano, Carlos María de Alvear, Jorge Matías Zapiola, Eduardo Holemberg. Casi dos meses después, la fragata, sorteando el bloqueo de Montevideo llevado a cabo por una escuadra española, entró al puerto de Buenos Aires. La Gazeta de Buenos Aires anunció la llegada de los viajeros.
San Martín llegó a la ciudad desvalido de recursos y relaciones; contaba sólo con su foja de servicios en el ejército español y con alguna carta de recomendación que le habían dado en Londres. En cambio, su compañero Carlos María de Alvear era un hombre rico y vinculado a poderosas familias del país.
Durante el primer tiempo de estadía en Buenos Aires, San Martín no estuvo libre de sospechas de ser un espía del gobierno español y se lo trató como tal, en distintas circunstancias y oportunidades.
José Francisco fue presentado ante los miembros del Triunvirato por los jefes del Estado Mayor del Ejército de Buenos Aires, Francisco Javier de Viana y Marcos Balcarce. El 6 de marzo de 1812 el Triunvirato decretó que, atendiendo a los méritos y servicios de José de San Martín y sus relevantes conocimientos militares, se había decidido conferirle empleo como teniente coronel de caballería y comandante del escuadrón de Granaderos a caballo, de cuya organización debía encargarse, dándole por segundo jefe a Alvear.
San Martín puso en juego sus dotes de organizador. Los elementos para crear el cuerpo de Granaderos, principalmente los caballos, fueron obtenidos por suscripción pública. Según la Gazeta Ministerial, del 8 de septiembre de 1812, Chiclana, Pueyrredón, Rivadavia y otros estaban anotados con seis caballos cada uno. Practicaban en la plaza del Retiro y el jefe en persona enseñaba a sus hombres el manejo del sable, el desarrollo de movimientos tácticos y el arte de la guerra. Había seleccionado a jóvenes de las principales familias de Buenos Aires para prepararlos como jefes y oficiales.
José Francisco estableció rígidas normas de disciplina. En el código de honor de los oficiales del regimiento, establecía que eran considerados delitos: la cobardía en acción de guerra, hablar mal de otro compañero con personas u oficiales de otros cuerpos, golpear a cualquier mujer aunque hubiera sido insultado por ella, no socorrer en acción de guerra a un compañero que se hallara en peligro, y hacer uso inmoderado de la bebida desprestigiando el honor del regimiento. Un código tan serio contaba con un tribunal excepcional para cuidar su aplicación. Éste consistía en la reunión mensual de oficiales y cadetes en la casa del Comandante del regimiento.
Durante el encuentro, San Martín hablaba a sus hombres acerca de la necesidad de cuidar diariamente el honor y luego, cada oficial pasaba a un cuarto contiguo y escribía -en tarjetas que habían en blanco sobre una mesa- actitudes censurables que hubiera detectado entre sus compañeros. Posteriormente, colocaba las tarjetas en un sombrero y eran leídas por el Comandante. Si se encontraba alguna acusación, se ordenaba al denunciado salir del cuarto y sus compañeros conversaban acerca de la situación.
Se realizaban averiguaciones sobre el hecho denunciado y una comisión de tres oficiales de graduación mayor que el denunciado, daba su veredicto también en forma secreta, firmando cada oficial su tarjeta. Si el acusado era inocente, se lo hacía ingresar al salón y se lo gratificaba. Si resultaba culpable, se le anunciaba que debía dejar el regimiento y que no podía utilizar el uniforme. Con estos procedimientos, el comandante trataba de forjar en sus hombres el culto a la dignidad y al coraje.
Alvear, segundo jefe del Regimiento, se dedicó más al campo de la política, en momentos internos y externos muy convulsionados. A nivel interno, se sucedían en poco tiempo, distintas formas de gobierno colegiado –de la Junta Grande al Triunvirato-. Tanto que en lo externo, se hallaba vacante la titularidad del ejército del Alto Perú debido a la renuncia de Pueyrredón, las fronteras del Alto Perú quedaban a merced del enemigo luego de la derrota del Desaguadero, y Montevideo y las costas del río de la Plata estaban en poder de las fuerzas realistas, apoyadas por las tropas del Brasil.
San Martín, junto a Alvear y Zapiola, fundó en Buenos Aires una filial de la Logia Lautaro o Lautarina que funcionaba en Cádiz y que respondía a la Gran Reunión Americana constituida en Londres por Francisco Miranda. Era una sociedad secreta que perseguía la independencia de Hispanoamérica. Una vez conformada la Logia, sus dirigentes pretendieron influir en el gobierno, ya que ello era una de las condiciones indispensables para extenderse y establecer su predominio.
Estos hombres trabajaron para desplazar del gobierno a Bernardino Rivadavia, quien consideraban un obstáculo para sus planes. Los miembros de la Logia depusieron finalmente a Rivadavia y al primer Triunvirato.
El gobierno que se eligió en su reemplazo estaba conformado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Alvarez Jonte. Pocos días después, se convocó a elecciones para concretar la reunión de la Asamblea General Constituyente conocida como Asamblea del Año XIII.
El nuevo gobierno debió enfrentar una difícil
situación: las fuerzas realistas se habían atrincherado en Salta y en
Montevideo, el ejército español dominaba la plaza apoyado por una
escuadra bien formada. Se resolvió entonces, dotar a Manuel Belgrano de
los elementos necesarios para que batiera a los españoles en Salta y
José Rondeau estrechara el sitio de Montevideo hasta rendir la ciudad. A
pesar de esas acciones, los españoles dominaban las vías fluviales y
hacían desembarcos en puertos aislados de las costas, robando y matando a
la población. Por eso, se le ordenó a Belgrano la creación de dos
baterías frente a la ciudad Rosario y en Punta Gorda (actualmente Punta
Diamante).
La llegada de hombres de armas
emigrados de España debido a la situación por la que atravesaba ese
país, fue reflejada por los periódicos de la época. A uno de los
emigrados, se le reconocerá especialmente su experiencia militar al
designarlo a cargo del Regimiento de Granaderos a Caballo, cuya creación
debía encarar. De ello dan cuenta los documentos que presentamos a
continuación.
EL EXILIO
En el exilio
Luego de su renunciamiento en el Perú y de regreso en Buenos Aires, San Martín decidió emprender un exilio voluntario. A bordo del navío "Le Bayonnais", sin más compañía que su hija Mercedes se embarcó con destino a Francia el 10 de febrero de 1824.
Luego de dos largos meses de viaje, arribaron a Londres donde residían algunos amigos. Entre ellos, Lord Macduff que lo había ayudado a salir de España en 1812 y con quien había continuado el contacto a través de afectuosas cartas. Entre los amigos americanos se encontró con Agustín Iturbide, expulsado de México tras el intento de gobierno imperial; con García del Río, su ministro en el Perú y su primer biógrafo; el Dr. Paroissien, médico del Regimiento de Granaderos y Álvarez Condarco, a quien San Martín y O`Higgins le habían confiado algunas partidas de dinero de sus sueldos para que depositara en Europa.
José Francisco contaba con ese dinero para su subsistencia en el Viejo Continente, pero se encontró con que había desaparecido en manos de algunos “amigos” que lo habían perdido en malas inversiones en la bolsa.
A fines de 1824, se dirigió a Bruselas —Bélgica— y fijó su residencia en una zona alejada de la ciudad, colocando a su hija en un pensionado de señoritas.
Su vida era de una sencillez que llegaba casi a la privación en lo más elemental del confort. Sólo contaba con los dos años de pensión que el gobierno del Perú le había otorgado.
La
enfermedad que lo había aquejado desde siempre, la artritis
reumatoidea, se agravaba debido a las malas condiciones de vida por la
que atravesaba. En carta a sus amigos, les contó que vivía en una casa
vieja con goteras y mucha humedad.
En enero de 1828, resolvió viajar a Aix- la- Chapelle para aliviar sus dolencias con aguas termales.
Por entonces, proyectó regresar a su patria y con nombre José Matorral, se embarcó en el vapor Conttes of Chicheter con destino a Buenos Aires. Fondeado el buque frente a las costas de Buenos Aires, recibió noticias de los problemas internos existentes en las Provincias Unidas y de las disputas entre los miembros del partido unitario y el federal.
Así su exilio se transformó en definitivo.
Desde los cincuenta y dos años de edad hasta su
muerte, vivió en Francia. Llegado a París, alquiló una casa sobre la Rue
de Provence. Transcurría la década de 1830 y Europa vivía una época de
convulsión precursora de los grandes movimientos que se sucederían hacia
1848. Aún las monarquías absolutas, reunidas en la Santa Alianza,
luchaban contra el liberalismo político.
Durante este período, San Martín se reencontró con un viejo compañero de armas español, que estaba en muy buena posición económica y que respaldó moral y económicamente al Libertador. Se trataba de Alejandro Aguado y Ramírez que llevaba el título de Marqués de las Marismas de Guadalquivir y que dedicado a la actividad bancaria, había realizado una enorme fortuna.
Por aquel tiempo, su hija Mercedes iniciaba su noviazgo con el joven Mariano Balcarce, hijo del General Antonio González Balcarce, colaborador de San Martín.
1832 fue un año difícil, ya que padre e hija fueron
atacados por el cólera, epidemia que hizo estragos en Europa. A fines
de ese mismo año, su única hija contrajo matrimonio y viajó a Buenos
Aires en compañía de su esposo. San Martín quedó solo en su casa de
Grand Bourg en las afueras de París, esperando noticias del Plata.
El casamiento de su hija con Balcarce también le
había aliviado las preocupaciones económicas. Posiblemente su yerno
había logrado liquidar algunas de las propiedades que San Martín tenía
en Buenos Aires o en Mendoza. Por eso pudo dedicarse al cuidado del
jardín en que —según el relato de visitantes— cultivaba diferentes
variedades de rosas, paseaba a caballo por las tardes y leía. Además,
cuidaba personalmente de sus prendas de vestir —tenía para ello un
costurero provisto de agujas, hilos y botones—. Su plato favorito era el
asado y el mate, su bebida predilecta.
Tuvo una inmensa alegría cuando se enteró del nacimiento de su nieta Mercedes.
Pudo comprar dos propiedades en Francia: su casa de Grand Bourg y otra en París, en un barrio aristocrático donde también vivió su amigo el Marqués de las Marismas del Guadalquivir.
Vivió en París y pasó los veranos en Grand Bourg hasta que a comienzos de 1848, estalló en la capital francesa el movimiento revolucionario que instauró la Segunda República. Ante el ambiente revolucionario, decidió instalarse con su familia temporalmente en la ciudad portuaria de Boulogne Sur Mer. Allí cultivó la amistad de Alfred Gerard, dueño de la casa que habitaba y conversó en sus largas caminatas con los pescadores y la gente del pueblo. Allí lo encontró la muerte en 1850.
Cuando San Martín decidió
iniciar su exilio, partió hacia Europa en compañía de su hija Mercedes.
Pasó por Londres y luego se instaló en Bruselas, pero fue Francia el
destino elegido para pasar el resto de su vida. El lugar preferido de
José Francisco fue Grand Bourg.
Cuando su situación económica mejoró, pudo adquirir una propiedad en
París, en el barrio de Boulogne Sur Mer. A partir de ese momento, pasó
los veranos en la finca de Grand Bourg y vivió el resto del año en
París.
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